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Solo tienes lo que das...



"He vivido con pasión y prisa, tratando de lograr demasiadas cosas. Nunca tuve tiempo para pensar en mis creencias hasta que mi hija Paula, a los veintiocho años, cayó enferma. Estuvo en coma durante un año y cuidé de ella, en casa, hasta que murió en mis brazos en diciembre de 1992.
Durante aquel año de agonía, y el siguiente, de duelo, todo se detuvo para mí. No había nada que hacer, únicamente llorar y recordar. Sin embargo, aquel año me dio también una oportunidad de reflexionar sobre mi viaje y sobre los principios que me habían sostenido...
... Paralizada y silenciosa en su cama, mi hija Paula me enseñó una lección que ahora es mi mantra: sólo tienes lo que das. Es gastándote a ti misma como te enriqueces.
Paula llevó una vida de servicio. Trabajó como voluntaria, ayudando a mujeres y niños, ocho horas por día, seis días a la semana. Nunca tuvo dinero, pero necesitaba muy poco. Cuando murió, no tenía nada ni necesitaba nada. Durante su enfermedad, tuve que deshacerme de todo: su risa, su voz, su gracia, su belleza, su compañía y, finalmente, su espíritu. Cuando murió, pensé que lo había perdido todo. Pero entonces comprendí que tenía el amor que le había dado. Ni siquiera sabía si ella estaba en condiciones de recibir ese amor. No podía responderme en modo alguno; sus ojos eran estanques sombríos que no reflejaban la luz. Pero yo estaba llena de amor, y ese amor siguió creciendo y multiplicándose y dando frutos.
El dolor de perder a mi niña fue una experiencia purificadora. Tuve que tirar por la borda todo el exceso de equipaje y quedarme tan sólo con lo esencial. Por Paula, no me aferraré a nada nunca más. Ahora me gusta mucho más dar que recibir. Soy más feliz cuando amo que cuando soy amada...
Dar, dar, dar... Es al dar cuando conecto con otros, con el mundo y con lo divino.
Es al dar cuando siento el espíritu de mi hija en mi interior, como una dulce presencia".
Isabel Allende

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