Ya sabes, el otoño suele pasar sin grandes algaradas. Tranquilo, reposado, algo indolente, cargado de defensas, de corazas.
Se dice que el otoño va pesando en el alma, que se empapa de una tristeza levemente ausente, consciencia del fracaso más que nada.
Tiene días ese otoño de negros nubarrones que desatan presagios de dolor, que cruzan por detrás de la ventana.
Cuando llega el otoño, el tiempo empieza a ser algo que pasa, un cuento con final, que siempre hiere y una cuenta hacia atrás que nos traspasa.
Pero es también otoño ese racimo de uvas que desgranas, madurando ante un sol casi inclemente, convertido en dulzura aletargada.
Tiene el cielo en otoño vocación de pintor mientras acaba el día y se estremece en el poniente con un fulgor de luces y de llamas.
Me quedan en otoño muy pocas cosas, las que me hacen falta para ser lo que soy honestamente.
En otoño estás tú, eso me basta.
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