A menudo, cuando alguien se disculpa, la otra persona acepta las disculpas diciendo, «olvídalo».
Pero ¿tienen el mismo resultado olvidar y perdonar?
Ésta es una pregunta importante ya que el perdón se encuentra en el centro de una vida sana y feliz.
El perdón protege las relaciones y también protege a la persona que perdona.
Recordemos la historia que el psiquiatra y escritor Robert Coles nos cuenta acerca de Ruby, la niña de color que fue integrada en una escuela elemental del sur de Estados Unidos.
Cada día, los alguaciles federales tenían que escoltar a Ruby entre una multitud que la escupía y la insultaba.
La niña, que tenía cinco años, no parecía sufrir daños emocionales con aquella ordalía, un hecho que asombraba a Coles hasta que descubrió que Ruby rezaba cada día pidiendo a Dios que perdonara a sus agresores.
Pero ¿que es perdonar? ¿Es lo mismo que olvidar?
Olvidar se hace por interés o comodidad.
Queremos estar libres de recuerdos molestos, por lo que intentamos olvidar hechos problemáticos.
Olvidar es un método erróneo de conseguir paz de espíritu.
Cuando se hace bien, es como la amnesia.
Cuando olvidamos el pasado, podemos interaccionar, en el presente con las personas o las cosas del pasado que han creado un problema.
Lo que ocurre es que, lo que olvidamos, no necesariamente desaparece.
Si entierras algo en el patio trasero, lo único que consigues es que no se vea.
Las cosas que olvidamos quedan enterradas bajo el consciente, pero viven bajo la superficie y se manifiestan en nuestros sentimientos y actividades.
Aparecen en los sueños y en los dibujos que hacemos y siguen formando parte de nuestras vidas, tanto si somos conscientes de ello como si no lo somos.
Es muchos mejor acordarse de acontecimientos problemáticos, sentir los efectos de la memoria y resolver la cuestión de una forma que lleve a la curación auténtica.
Esto sólo ocurre cuando perdonamos.
El perdón conlleva dar amor.
Es una manera de decir:
«Voy a prescindir de tus malas acciones, no voy a amargarme y voy a seguir queriéndote de todos modos».
Cuando perdonamos, alcanzamos la paz de los dioses y nos volvemos dioses.
Dios no tiene pecados imperdonables, eso sólo nos ocurre a las personas.
Recuerda el himno que dice «Él siempre proclama que perdona»,
no dice:«Él siempre proclama que olvida».
El perdón nos permite seguir amando y empezar la curación.
Es cuando perdonamos que recibimos.
En su escritorio, Dios tiene tres placas.
La primera placa dice:
«Todo lo que tú olvidas yo lo recuerdo, y todo lo que tú recuerdas, yo lo olvido».
¿Por qué?
Porque Dios sabe que olvidar significa que las heridas no se curarán.
Se infectarán bajo la superficie y nos harán enfermar mental, física y espiritualmente.
Ruby no habría podido protegerse olvidándose de la multitud que la amenazaba;
lo único que podía protegerla era el perdón.
Cada vez que perdonamos, empezamos una vida nueva, libre del pasado y abierta al amor.
Recuerda que el perdón no sólo tiene que darse en la relación con los demás sino también
en la relación con uno mismo.
Estás aquí para servir, no para que te sirvan.
Todos los santos profetas están de acuerdo en esto, estamos aquí para dar, no para obtener.
Por esto, intenta perdonar hoy a alguien.
Dedica un rato a recordar algo que hayas intentado olvidar, algo malo que te hayan hecho.
Recuerda, piensa, siente, comprende y luego perdona.
Esto requiere práctica pero de momento basta con dejar de olvidar y empezar a perdonar.
Pero ¿tienen el mismo resultado olvidar y perdonar?
Ésta es una pregunta importante ya que el perdón se encuentra en el centro de una vida sana y feliz.
El perdón protege las relaciones y también protege a la persona que perdona.
Recordemos la historia que el psiquiatra y escritor Robert Coles nos cuenta acerca de Ruby, la niña de color que fue integrada en una escuela elemental del sur de Estados Unidos.
Cada día, los alguaciles federales tenían que escoltar a Ruby entre una multitud que la escupía y la insultaba.
La niña, que tenía cinco años, no parecía sufrir daños emocionales con aquella ordalía, un hecho que asombraba a Coles hasta que descubrió que Ruby rezaba cada día pidiendo a Dios que perdonara a sus agresores.
Pero ¿que es perdonar? ¿Es lo mismo que olvidar?
Olvidar se hace por interés o comodidad.
Queremos estar libres de recuerdos molestos, por lo que intentamos olvidar hechos problemáticos.
Olvidar es un método erróneo de conseguir paz de espíritu.
Cuando se hace bien, es como la amnesia.
Cuando olvidamos el pasado, podemos interaccionar, en el presente con las personas o las cosas del pasado que han creado un problema.
Lo que ocurre es que, lo que olvidamos, no necesariamente desaparece.
Si entierras algo en el patio trasero, lo único que consigues es que no se vea.
Las cosas que olvidamos quedan enterradas bajo el consciente, pero viven bajo la superficie y se manifiestan en nuestros sentimientos y actividades.
Aparecen en los sueños y en los dibujos que hacemos y siguen formando parte de nuestras vidas, tanto si somos conscientes de ello como si no lo somos.
Es muchos mejor acordarse de acontecimientos problemáticos, sentir los efectos de la memoria y resolver la cuestión de una forma que lleve a la curación auténtica.
Esto sólo ocurre cuando perdonamos.
El perdón conlleva dar amor.
Es una manera de decir:
«Voy a prescindir de tus malas acciones, no voy a amargarme y voy a seguir queriéndote de todos modos».
Cuando perdonamos, alcanzamos la paz de los dioses y nos volvemos dioses.
Dios no tiene pecados imperdonables, eso sólo nos ocurre a las personas.
Recuerda el himno que dice «Él siempre proclama que perdona»,
no dice:«Él siempre proclama que olvida».
El perdón nos permite seguir amando y empezar la curación.
Es cuando perdonamos que recibimos.
En su escritorio, Dios tiene tres placas.
La primera placa dice:
«Todo lo que tú olvidas yo lo recuerdo, y todo lo que tú recuerdas, yo lo olvido».
¿Por qué?
Porque Dios sabe que olvidar significa que las heridas no se curarán.
Se infectarán bajo la superficie y nos harán enfermar mental, física y espiritualmente.
Ruby no habría podido protegerse olvidándose de la multitud que la amenazaba;
lo único que podía protegerla era el perdón.
Cada vez que perdonamos, empezamos una vida nueva, libre del pasado y abierta al amor.
Recuerda que el perdón no sólo tiene que darse en la relación con los demás sino también
en la relación con uno mismo.
Estás aquí para servir, no para que te sirvan.
Todos los santos profetas están de acuerdo en esto, estamos aquí para dar, no para obtener.
Por esto, intenta perdonar hoy a alguien.
Dedica un rato a recordar algo que hayas intentado olvidar, algo malo que te hayan hecho.
Recuerda, piensa, siente, comprende y luego perdona.
Esto requiere práctica pero de momento basta con dejar de olvidar y empezar a perdonar.
Dr. Bernie Siegel
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