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¿Por qué criticamos?




La crítica es, en realidad, un lugar donde ponemos nuestro enojo. ¿Entonces, que hacemos? Nos ponemos a criticar, o mejor nos sentamos a mirar nuestra propia rabia?

El hecho es que, más de una vez el hecho de fijarme en el entorno, hablar de los que me rodean, me puede permitir no ver mis propias cosas. Por eso, es que a veces, sobretodo en los barrios o pueblos donde las personas se conocen más, se encuentran personajes de los que se dice: "Viven pendientes de la vida de los demás..."

Si los analizamos no tienen vida propia, no tienen forma de hacer su historia personal. No sienten que tengan cosas valiosas; internamente tienen la sensación de: "yo ya no tengo nada...", "yo no puedo corregir nada y no sirve nada mío..."

Entonces se ponen a mirar y en ciertos casos a inventar, todas las cosas negativas que podría haber a su alrededor. Observan, vigilan, critican.

En este juego, obviamente, lo único que se logra es vivir cada vez peor. Porque en realidad se está viviendo una vida que no les pertenece, una vida prestada.
Yo puedo mirar en el ser que se me acerca porque es el que me ponen delante para aprender, en tanto y en cuanto vea lo bueno que tiene para aportarme; y a su vez, todas las cosas que me molestan, tratar de estudiarlas, de verlas, de aprender, porque allí está mi trabajo, de lo contrario, no me molestarían.

A mi no me fastidia una persona ansiosa, si yo soy sereno, tampoco una persona insegura si yo soy seguro. Me molesta lo afín, lo igual.

Cuando critico muchas cosas de una persona, si yo analizo la base de lo que estoy juzgando, me doy cuenta que es mío, yo también lo tengo.

Hay un juego que quizás es el que más nos lleva a esto y es el que tiene que ver con los límites; es esto de "no me gusta que me invadan", o "no me respetan". Y no me doy cuenta que cuando critico me estoy metiendo en la casa del otro y, mientras yo haga esto, estoy transgrediendo mis propios límites. Yo me dispersé y en ese extenderme, los límites no están claros, por lo tanto, cada día me van a invadir más.
Es un juego de ida y vuelta, es una ley de Causa y Efecto. Si yo necesito que me respeten, que me valoren, lo primero que tengo que tener claro es cuáles son mis espacios. Saber cuáles son mis cosas, lo que me costó tenerlas, valorarlas y respetarlas.

Si transmito pautas de respeto, todo el mundo me va a respetar.
Cuando me invaden, es porque no transmito pautas que indiquen que me tienen que respetar, y lo que se da es lo inverso: me enojo mucho y ahora soy yo el que se mete en la vida del otro.

En esto de pensar, hablar y actuar, como sabemos, hay emisiones y esas emisiones vuelven a mí. Entonces cuidemos que sean positivas, pues con ellas aporto, ayudo y yo crezco, o ensucio, lastimo y me lastimo...

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